Publicado por Sharon Calderón Rodriguez | julio 23, 2025

Transitarte 2025. Foto Melissa Calderón.

En Costa Rica, vivir del arte es una apuesta diaria marcada por la inestabilidad, la falta de reconocimiento institucional y la necesidad de reinventarse constantemente entre los retos, aprendizajes y las caídas que enfrentan quienes deciden apostar por su vocación creativa en un entorno que rara vez les ofrece certezas.

Por Melissa Calderón Rodríguez

Paula Méndez lo dice sin rodeos: “Fueron escuela y en muchos de ellos fracasé, en otros no conecté, en otros solo me aburrí”. Habla de sus cuatro emprendimientos anteriores a Pipi Popa, su marca actual de ilustraciones. “Cada fracaso fue una lección, cada cierre una oportunidad de empezar de nuevo.”

Antes de las coloridas ilustraciones que hoy caracterizan a Pipi Popa, Paula Méndez acumuló cuatro fracasos empresariales. Todos giraban alrededor de sus ilustraciones, todos terminaron en el mismo lugar: la gaveta de los proyectos abandonados.

“Las ideas de lo que iban a ser estos emprendimientos a veces simplemente cambiaban y en busca de hacer algo que me hiciera sentir bien, prefería empezar de nuevo”, explica Paula, quien lleva 15 años como ilustradora navegando entre la reinvención.

Sus negocios fallidos no son excepciones; son la norma en un sector donde la creatividad choca constantemente con la realidad del mercado. Paula encarna los retos, aprendizajes y caídas que enfrentan quienes deciden apostar por su vocación creativa en un entorno que rara vez les ofrece certezas.

Juego de cartas ilustrado por Paula Méndez, compartido vía Instagram.

La matemática cruel del arte independiente

Como diseñadora gráfica independiente, Paula debe dividir su tiempo entre proyectos comerciales que le generen ingresos más inmediatos y su segunda pasión: las coloridas ilustraciones que dan vida a su emprendimiento artístico.

“Si ya identificaste que lo que te gusta es el nicho del arte, no tanto el nicho comercial, tenés que empezar a enfrentar una serie de pros y contras de manera muy realista. ¿Cuáles van a ser tu plan B o tu plan C en casos donde tu arte no te esté generando los ingresos que ocupás? ¿Cómo vas a comercializar ese arte?”, reflexiona Paula.

“Como freelance o trabajador independiente, todavía hay más inseguridad porque no hay un rango de precios establecido, ni hay esa sensación de comunidad”, explica Méndez sobre la realidad de los artistas independientes. 

“Al final, esos clientes van a sacarle el jugo a esos diseños, a esas ilustraciones de manera exponencial y vos te ganaste algo ínfimo que tal vez te va a generar un montón de ansiedad e inestabilidad económica como profesional”, destaca Paula.

Un ecosistema cultural diversificado por necesidad

Exposición de Sussy Vargas en el Museo de Jade. Foto Melissa Calderón.

La experiencia de Paula encuentra eco en otros artistas costarricenses que han desarrollado estrategias similares de pluriempleo para su supervivencia. Sussy Vargas, artista plástica reconocida en el medio nacional e internacional, ejemplifica esta realidad desde otra perspectiva.

“La docencia fue algo que llegó a mi vida para poder seguir haciendo arte y seguir haciendo lo que más amo, que es investigar”, explica Sussy, cuya trayectoria demuestra cómo la diversificación de ingresos se ha convertido en una estrategia esencial para los artistas costarricenses. Su caso revela una realidad poco visible: muchos de los artistas más reconocidos del país dependen de actividades paralelas para mantener su práctica creativa.

Muñeca de trapo realizada por Karol Vargas, compartido vía Instagram.

En el otro extremo del espectro,esta Karol Vargas, dueña de la marca Muñecas de Trapo Florentina, quien mantiene su arte como una actividad complementaria: “En realidad, este negocio lo he manejado simplemente como para tener algo en qué entretenerme. Yo no vivo de esto ni aporto nada a la casa con esto, sino que es más bien como un entretenimiento que me deja alguna ganancia. No es un aporte principal porque, en realidad, es mi marido quien nos mantiene a todos”, comenta Karol, cuya perspectiva aporta una mirada diferente sobre las múltiples formas de abordar la creación artística en el país.

Pero incluso desde esta posición aparentemente protegida, Karol experimenta el costo emocional de la inseguridad: “Estoy un poco cansada y la gente a veces me hace sentir mal con eso de la desconfianza. He devuelto dinero de gente que me ha encargado una muñeca, nunca la vienen a recoger, pero aun así desconfían”.

El cine y sus propios laberintos

La cineasta Antonella Sudasassi aporta otra arista al panorama desde el sector audiovisual. Su experiencia navegando el sistema de fondos públicos para financiar proyectos cinematográficos revela tanto las oportunidades como las limitaciones del apoyo estatal al arte.

“Cuando estás haciendo películas más de autor o más independientes, las vías de financiamiento son otras. Por lo general tienen que pasar por los fondos públicos, concursables, fondos internacionales, fondos iberoamericanos…”, explica Antonella.

Su proceso ilustra la complejidad del sector: “Hacés una ruta de desarrollo de proyecto donde vas a talleres de desarrollo, a espacios de formación y vas ganando sellitos en ese proyecto para eventualmente aplicar a fondos que te den bola (…) puede ser mixto también, puede ser mitad financiamiento público, mitad financiamiento privado, pero en general, el surgimiento del cine nacional en este momento es gracias a la creación del Fondo Público del Fauno”.

Cine Magaly, transmitiendo “El despertar de las hormigas”, película de Antonella Sudasassi, compartido vía Instagram.

La trampa de la formalización

Para Paula, formalizar su trabajo ha significado enfrentar un sistema que no reconoce su especialidad. “Yo soy asegurada como diseñadora gráfica y de páginas web, porque en la Caja no hay una categoría que sea nada más diseñadora gráfica, ni menos una categoría como ilustradora”, explica con frustración.

“Cuando uno se asegura hay una gran inseguridad, hay una sensación de que si lo estoy haciendo bien o no, o si me la estoy jugando o si me va a llegar una multa por poner una categoría que no es”, añade, describiendo la ansiedad que genera un sistema que no reconoce la especificidad del trabajo artístico.

Esta experiencia revela un vacío institucional más profundo: “A nivel de Costa Rica, el Estado no provee servicios para estas personas que trabajan como freelancer. De hecho, nosotros no tenemos ningún ente que nos asegure, como el Colegio de Periodistas o algo así, no lo tenemos”.

Iniciativas gubernamentales: entre la promesa y la realidad

El reconocimiento oficial de esta problemática ha llevado al desarrollo de diversas iniciativas, siendo la más prometedora “La Estrategia Nacional Costa Rica Creativa y Cultural 2030” creada por el Ministerio de Cultura y Juventud, junto con el MEIC, INA, MICIT y el Sistema Banca para el Desarrollo.

Una de las iniciativas más destacables es la consulta pública lanzada recientemente para crear un estatuto legal que reconozca y proteja los derechos laborales de los artistas costarricenses. El proyecto contempla aspectos como la seguridad social diferenciada y el reconocimiento de los derechos de autor como parte del patrimonio laboral.

El proyecto de estatuto del artista contempla aspectos como la seguridad social diferenciada, el reconocimiento de los derechos de autor como parte del patrimonio laboral, y mecanismos específicos de formalización que consideren la irregularidad inherente a los ingresos artísticos.

Las universidades también han contribuido: la Universidad de Costa Rica ha desarrollado iniciativas para mejorar las condiciones laborales de los artistas, el Tecnológico de Costa Rica ha explorado alternativas como el crowdfunding, y la Universidad Nacional ha estudiado las condiciones laborales del sector.

Por su parte las entidades bancarias como BAC han establecido requisitos específicos para trabajadores independientes que, según testimonios como el de Paula, no siempre se adaptan a la realidad del trabajo artístico.

La resistencia que no se rinde

Mientras continúa dividiendo su tiempo entre diseños comerciales y las ilustraciones de Pipi Popa, Paula encarna la resistencia de miles de artistas costarricenses que se niegan a abandonar sus sueños pese a las adversidades.

“La clave aquí es la constancia”, dice al reflexionar sobre sus cuatro fracasos anteriores. Cada uno le enseñó algo diferente, cada cierre la acercó más a encontrar la fórmula que funciona.

Su historia no es solo el retrato de una crisis individual, sino el síntoma de un sistema que aún no comprende que, para que el arte realmente pague las cuentas, primero debe existir un marco institucional que permita a los artistas vivir dignamente de su trabajo.

La pregunta que plantea Paula al inicio de su reflexión “¿cuáles van a ser tu plan B o tu plan C?”, no debería ser la primera que se haga un artista. Debería ser la última. Pero en Costa Rica, es la primera, y eso dice todo sobre el estado del sector cultural del país.

El futuro del arte costarricense no depende solo del talento de sus creadores, sino de la capacidad del país para transformar esta paradoja en una oportunidad de desarrollo. La cultura no es un lujo; es una industria que genera empleo, atrae inversión y construye identidad nacional.

Reconocer esto no es solo una cuestión de justicia social, sino de visión estratégica para el desarrollo del país. Para que artistas como Paula no tengan que plantearse primero cuál será su plan B, sino que puedan hacer del arte su plan A viable y sostenible.

SHARON.CALDERONRODRIGUEZ@ucr.ac.cr |  Más entradas
Curso: C-3003 Géneros Periodísticos  ·  Docente: Víctor Fernández Gutiérrez
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