En algún momento de nuestras vidas nos hemos enfermado o incluso, hemos tenido que acudir al médico. Usualmente esto resulta una experiencia no muy agradable, sin embargo, les puedo asegurar que es una mejor experiencia que la que se vivía en el siglo XVII; la creencia de que el agua era nociva para el cuerpo, el uso de sanguijuelas y ratones para curar enfermedades y males causados por movimientos planetarios son tan solo algunas de las pinceladas de lo era la medicina en aquella época.
1. Concepción de salud
Hoy en día, la salud es entendida como «un estado de completo bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedad o dolencia […] la salud es un derecho inalienable de todo individuo, independientemente de su raza, religión, ideología y condición sociocultural» (La OMS, 1948, citada en León & Guerrero, 2008, p. 612). Pero, este término no siempre ha sido conceptualizado de la misma forma.
Antes, la salud y la enfermedad eran conceptos opuestos que construían su significado mutuamente, es decir, uno no existía sin el otro. Por ello, la definición tradicional que se manejaba en aquel entonces era salud = ausencia de enfermedades. Esta perspectiva simplista era un rezago de la época medieval, época en la que aquello que desconocíamos tenía una explicación mágica. Precisamente, eso era justo lo que ocurría con la salud y la enfermedad.
2. Teorías de las enfermedades
Debido al pensamiento mágico que permeaba la época y al poco desarrollo médico-quirúrgico, las enfermedades se explicaban a través de cuatro teorías principales:
Teoría Punitiva o Medicina Religiosa
La primera teoría, de acuerdo a Volcy (2007), concebía a las enfermedades como castigos impuestos por los dioses o por fuerzas sobrenaturales. Por lo tanto, las personas caían enfermas como punción por haber cometido crímenes, haber sido negligentes consigo mismas o por haber transgredido las normas culturales o ambientales.
Esta teoría era tan popular que durante la epidemia de Sífilis y de Lepra, las autoridades eclesiásticas y médicas pensaron que se trataba de una pena por no haber llevado una vida religiosa o una enfermedad kármica por pecados de una vida pasada. Por ello, dentro de las curas propuestas destacaban rezos, sacrificios de animales, rituales especiales, encantaciones y ofrendas hacia santos y dioses. De hecho, existían ciertos santos específicos para una sola enfermedad.
Teoría Hipocrática o Teoría de los cuatro humores
La segunda teoría, según Aguilera citado en León & Guerrero, 2008, pp. 620-621, explicaba el origen de las enfermedades mediante fundamentos del Padre de la Medicina Moderna, Hipócrates. Al contrario del pensamiento mágico de la época, Hipócrates creía más en la racionalidad científica. Por ello, su teoría se basa en los cuatro principios pitagóricos de la naturaleza: el agua, la tierra, el aire y el fuego, proponiendo que el cuerpo funcionaba de una manera similar.
De acuerdo a sus textos, nuestro cuerpo estaba compuesto por cuatro fluidos o humores; la bilis negra, la bilis amarilla, la flema y la sangre. Por lo tanto, desde esta teoría, el rol del médico era restablecer el balance natural entre estos fluidos, ya que un desequilibrio provocaba las enfermedades.
Esta fue una de las teorías más populares de este siglo, puesto que ilustraba de una manera gráfica el funcionamiento de las enfermedades y del cuerpo.
Teoría de los miasmas
Esta tercera teoría, de acuerdo a Volcy (2007), explicaba que las enfermedades eran causadas por «los malos olores» y las malas condiciones de salubridad que se vivían en las grandes ciudades. Debido a estos altos niveles de insalubridad, surgían los miasmas; gases provenientes de desechos vegetales y animales en descomposición. Se creía que estos gases eran la combinación de una entidad viva y un vapor tóxico. Esta teoría afirmaba que todo mal olor era sinónimo de enfermedad.
Teoría astral, cósmica o sideral
Esta cuarta teoría explicaba que las enfermedades eran el resultado de un desequilibrio planetario o bien, de eventos astronómicos que influían en el cuerpo humano.
3. Jerarquía médica
Como en la sociedad de esta época, la medicina tenía su propia jerarquía social. En esta pirámide se encontraban:
Los médicos: gozaban de la parte más alta del orden social. Usualmente provenían de familias adineradas y contaban con estudios en latín y en ciencias básicas. Su principal función era diagnosticar y prescribir remedios. Pero, tenían una regla de oro: no tocar directamente a los pacientes.
Los cirujanos: a diferencia de su nombre, esta figura era mucho más cercana a la de un enfermero. Estos ancestros de la enfermería se encontraban en el segundo nivel de la pirámide y se encargaban de curar enfermedades agudas y tratar heridas superficiales.
Los boticarios: en el tercer nivel de la pirámide se hallaban los boticarios. Las figuras encargadas de crear las medicinas o remedios que el médico prescribía.
Los barberos: en el último pilar de la pirámide estaban los verdaderos cirujanos; los barberos. Su función era realizar procedimientos quirúrgicos.
4. Prácticas médicas
Algunas de los principales remedios médicos de la época eran:
Utilización de sanguijuelas para sanar males estomacales.
Uso de gusanos para retirar carne muerta.
Colas de ratones para limpiar los dientes, curar problemas como la gota o el mal de orejas.
Utilización de telas de araña o el insecto completo para detener sangrados nasales, cicatrizar heridas, extraer venenos o bien, curar la fiebre.
Consumo de aceites naturales para extraer gusanos.
Evitar los baños frecuentes por la creencia de que el agua abría los poros de la piel y la volvía mucho más frágil ante enfermedades.
Como pudimos observar, el siglo XVII fue un siglo marcado por una lucha constante entre el pensamiento científico y los rezagos del pensamiento mágico medieval. Fue un siglo importante, ya que, a pesar de haber sido lugar de múltiples epidemias, también forjó las bases necesarias para el desarrollo de la medicina moderna.
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